
Por las mañanas, Trono enseña fracciones y ortografía en una escuela primaria. Por las noches, se transforma en luchador profesional, aplicando llaves y castigos en el ring. Esta dualidad no es fácil, pero su pasión por ambas profesiones lo impulsa a seguir adelante.
Desde joven, Trono mostró afinidad por los niños, lo que lo llevó a estudiar en la Escuela Normal del Estado de Querétaro (CBENEQ). Aunque inicialmente pensó en ser profesor de Educación Física, sus familiares, también docentes, lo motivaron a dedicarse a la docencia frente a grupo.
Combinar la docencia con la lucha libre implica sacrificios: después de clases, viaja a otras ciudades a luchar y regresa de madrugada para estar puntual en su salón. A pesar del cansancio, el amor por sus profesiones y la emoción de sus estudiantes y aficionados lo motivan a continuar. Trono demuestra que es posible seguir más de una pasión, siempre y cuando se tenga dedicación y amor por lo que se hace.
Fuente: Excélsior